La pandemia por COVID-19 ha generado una crisis económica y social generalizada como no se había visto en décadas. En este panorama tan desalentador, la solidaridad y las buenas acciones fungen como un contrapeso indispensable para el bienestar común.
Y es precisamente durante las épocas más difíciles cuando más oportunidad tenemos de
explorar nuestra empatía. Sacarle provecho a este valor en proyectos sociales nos aproxima para lograr comunidades unidas, cooperativas y prósperas.
¿Te interesa conocer más sobre la importancia de la solidaridad y las buenas acciones? En los siguientes párrafos te presentamos algunos puntos fundamentales para que compartas con tu comunidad.
No es ningún secreto que la pandemia provocada por el coronavirus SARS-Cov-2 ha acentuado otras problemáticas. El confinamiento y el cierre condicionado de negocios han provocado estragos en la economía y salud mental de las personas.
Tan sólo en los primeros 12 meses de la pandemia,
México registró una caída de su economía en un 9%. Lo que se tradujo en una baja de empleos masiva. Tanto fue así que 6 de cada 10 habitantes en el país perdieron, bien, su trabajo o su negocio.
Aunado a esto, México también resultó albergar a las familias más afectadas entre los países integrantes de la OCDE. En contraste con la media (31%), el 66.1% de las personas mexicanas reportó sufrir algún tipo de dificultad financiera.
Además, cabe mencionar los efectos a la salud mental derivados de lo anterior. Las pérdidas de familiares y personas cercanas, se suman al estrés y ansiedad provocados por el aislamiento. Pero, pese a todo, el cuidado de la salud mental sigue sin ser una prioridad.
Como resultado, las personas se sienten más vulnerables, más solas y más frustradas por no encontrar ayuda.
La solidaridad se define como el apoyo incondicional a causas ajenas, especialmente durante situaciones comprometidas o difíciles. En otros términos, la solidaridad significa compartir:
ofrecer ayuda y colaborar conjuntamente por el bienestar ajeno.
En circunstancias donde una gran parte de la población se encuentra vulnerable emocional y económicamente, la solidaridad es un bote salvavidas. Después de todo, ésta será el principal motor para poner en marcha proyectos significativos de
compromiso social.
Recordemos que sin la prevalencia de la solidaridad no podemos esperar un interés auténtico en causas humanitarias. Sin solidaridad, no existe lugar para un involucramiento humano auténtico y, por tanto, tampoco existe espacio para soluciones eficientes.
En este sentido, la solidaridad debe trascender las implicaciones del sentimiento: debe potencializarse hasta alcanzar la acción consciente. Esto es, una acción informada y comprometida, abierta a la comprensión de perspectivas diversas y a la interseccionalidad.
Para que la solidaridad alcance un grado de acción
hace falta pasar por un procesamiento tanto introspectivo como analítico: ¿qué está sucediendo en el mundo?, ¿por qué me importa?, ¿qué puedo hacer para contribuir? ó ¿cuáles son los resultados espero?
Una vez que somos conscientes de la fuerza y honestidad tras nuestros motivos podemos determinar un destino a nuestras acciones. En el contexto del COVID-19, las buenas acciones se encaminan a resolver daños directos o colaterales, resultado de la pandemia.
Desde luego, es normal desear el reconocimiento por nuestras atribuciones. El reconocimiento en sí mismo representa una reacción natural por parte de los seres sociales. Sin embargo, ese deseo no puede volverse el motivante mayor de nuestras acciones.
Cuando nos cuestionamos “¿qué resultado espero de mi contribución?”, no podemos encasillar el resultado a
nuestra persona y beneficio. Debemos comprender estos objetivos en una escala comunitaria o global, de beneficio a mayor escala.
Las buenas acciones pueden tomar formas tan variadas como la cantidad de problemas que encontramos en el mundo.
Cada persona es libre de determinar la contribución que mejor se acople a sus capacidades, intereses y recursos.
Y si bien, estas acciones variarán según la región y el contexto donde nos encontremos, actualizarnos en materia es, de inicio, una contribución relevante. Al mantenernos informados podemos contemplar nuevos proyectos, o bien, invitar a personas allegadas a involucrarse.
Algunas maneras en las que puedes contribuir son:
En un contexto donde tantas personas se encuentran expuestas a la pobreza, la tristeza y la enfermedad, hay mucho por hacer. Así, resulta lógico que quienes hemos tenido la buena fortuna de no padecerlas, contribuyamos en la medida de nuestras posibilidades.
¿Qué opinas? ¿También piensas que la solidaridad y las buenas acciones son una contramedida a la crisis? ¿De qué manera estás contribuyendo a la resolución de problemas en tu comunidad? ¡Inicia hoy comprométete con el bienestar común!